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¡Estamos casi llegando a la temporada de la vendimia! ¿Y cómo no mencionar a una de las mejores productoras de vinos, Viña Laura Hartwig? Esta viña boutique destaca no solo en nuestro país, sino también en el mercado internacional. El éxito de sus vinos no se basa únicamente en la calidad de su producción, también en la dedicación que le dan.

Instalada en pleno corazón de Santa Cruz, Viña Laura Hartwig contribuye a resaltar la producción vitivinícola, famosa en Chile. Sus vinos han sobresalido en diversos premios como la Guía Mesa de Cata 2023 y el renombrado James Suckling, ¡obteniendo puntajes distinguidos!  

En YOPPEN creemos que los proyectos surgidos de la pasión y dedicación deben ser destacados. Por eso, este mes de febrero, queremos hablar de Viña Laura Hartwig y el trabajo que hemos realizado juntos desde el 2021. ¡Te contaremos todos los detalles!

La historia de Viña Laura Hartwig

La viña surgió del proyecto de jubilación de Alejandro Hartwig, quien junto a su esposa Laura Busquertt poseía fértiles terrenos en el Valle de Colchagua. Tras pasar 10 años viviendo en Canadá, Alejandro se convirtió en un amante del buen vino. Así, supo reconocer el potencial que tenían sus campos para cultivar varietales bordeleses.

Las condiciones climáticas de la zona permitieron lograr una excelente cosecha. La fruta fue vendida rápidamente a grandes bodegas. Este éxito los motivó a producir su propio vino, lanzándolo en 1995. Fue bautizado como ‘Laura Hartwig’ y cautivó a los paladares más exigentes. Su incomparable sabor y aroma enamoró a la crítica especializada.

Viña Laura Hartwig cuenta actualmente con 145 hectáreas sembradas con las cepas más demandadas. Éstas se han adaptado en forma extraordinaria a las condiciones climáticas de la región, logrando un producto único y con carácter.  El público puede visitar las instalaciones y realizar degustaciones o tours guiados. 

La familia Hartwig, ahora a través de sus hijos, se ha dedicado por completo a la viticultura. Su amplia experiencia le ha permitido lograr una producción sustentable y de bajo impacto ambiental, desde el valle de Colchagua hacia el mundo.

Innovando en el mundo vitivinícola

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Los amantes del vino tienen un mundo gigantesco para explorar, pues constantemente hay nuevas formas de producirlo, beberlo y disfrutarlo. Viña Laura Hartwig no se queda atrás, innovando en las producciones vitivinícolas, creando comunidad en su viña y mejorando los momentos con su vino.  

Hemos tenido el gusto de ver su crecimiento desde que nos asignaron la especial misión de encargarnos de sus redes sociales, comunicándonos tanto en inglés como en español. Pero este trabajo en conjunto no se queda solo ahí, también hemos rediseñado su web E-Commerce, ¡un gran proyecto que enmarca sus raíces y su futuro!

Ahora, te preguntarás, ¿cómo logró llegar a ser la viña boutique exitosa que es hoy? Te invitamos a conocer su historia, origen y curiosidades de la mano de Alejandro Hartwig, hijo de los fundadores y el viticultor más importante de esta viña.

YOPPEN: ¿De dónde nace la idea de Viña Laura Hartwig? ¿Qué esperaban de este proyecto?

ALEJANDRO: Nace dentro de un proyecto agrícola que ya existía. Nosotros tenemos antepasados agricultores por ambos lados de la familia. Lo del vino fue una idea que tuvo mi padre como un proyecto de jubilación. Antes de eso, nos dedicábamos a la agricultura y producíamos uva para venderla a otras viñas que sí hacían vino.

Y: ¿Siempre estuvo pensado en Santa Cruz?

A: Sí, porque es el lugar donde teníamos el campo de la familia, así es que el proyecto nace y sigue radicado en Santa Cruz. Uno de nuestros conceptos esenciales es mejorar constantemente la viticultura propia antes de mirar la posibilidad de plantar en otros lugares. Creo que hay mucho que se puede hacer en el área chica para perfeccionar la forma de cultivar y la calidad de las uvas.

Y: Éste era un proyecto de jubilación de tu padre. ¿Pensaste en continuarlo?

A: Yo me integré a este proyecto desde sus inicios, incluso antes de empezar a trabajar, debido a la afinidad que tenía con el campo y con mi padre. Yo lo acompañaba muchas veces los fines de semana (porque en la semana él tenía otro trabajo en Santiago). Entonces fue bastante natural incorporarme, participando netamente en la viticultura al principio y luego también en la parte comercial y tecnológica.

Y: ¿De dónde surge el amor por el vino?

A: Creo que desde distintas perspectivas: por una parte, mi madre siempre fue muy buena cocinera, le gustaba recibir gente. Entonces, en torno a la gastronomía uno casi siempre adquiere el hábito de consumir buenos vinos. 

Por otra parte, desde la perspectiva del campo, para nosotros como agricultores era muy gratificante transformar algo que uno cultiva en la tierra en un producto que llega finalmente a la mesa del consumidor. 

Creo que esa es la satisfacción más grande que tienen las personas que producen vino: que uno llega con una marca propia a la mesa de las personas que lo compran, como con una parte del terruño que uno cultiva.

Y: ¿Cómo fueron los inicios de la Viña Laura Hartwig?

De alta experimentación. Incluso varios años antes de embotellar nuestros propios vinos, los hicimos en otras bodegas, arrendadas (Maquila). Entonces mandábamos uva, producíamos, teníamos un enólogo asesor. 

Esa primera etapa fue muy experimental. Comenzamos con cabernet sauvignon, que era la cepa que teníamos en mayor cantidad. Cuando partió la bodega empezamos con un volumen mucho más chico del que el actual, siguiendo la línea de probar y lograr calidad antes de salir a vender botellas de cualquier vino.

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Y: ¿Comenzaron con Cabernet Sauvignon porque era la cepa que tenían?

A: Por varias cosas. Era la uva que teníamos y a la vez, era y sigue siendo la variedad más importante en Chile. Cuando nació el proyecto la idea era exportar la mayor parte del vino, por lo que era lógico partir con Cabernet Sauvignon, que era la cepa dominante en las exportaciones.  Además estaba muy extendida acá en Colchagua.

Y: ¿Siempre buscaron que fuera un proyecto familiar? ¿Quiénes son las personas que están detrás de Viña Laura Hartwig?

A: Sí, porque como estaba concebido originalmente como un proyecto de jubilación de mi padre, nunca se pensó fuera de ese esquema. Queríamos aprovechar la experiencia que teníamos: yo en la viticultura y mi padre en exportaciones, vendiendo otras cosas. Manejábamos el idioma inglés, mi padre también el alemán y francés, entonces queríamos usar esos atributos para comercializar el vino en el exterior.

En este minuto sigue estando la familia detrás de la viña. Mi hermano Cristian es director y está ligado a la parte financiera, a la visión de mediano y largo plazo. Él también tiene experiencia en el mundo de los vinos, ya que fue socio fundador de la viña Montgras. Estuvo ahí durante veintitantos años, fue presidente. Hoy desde la dirección nos orienta y apoya. 

Estoy yo en la parte agrícola, que me apasiona mucho. Tenemos a Matías liderando el proyecto de turismo, ventas especiales y eventos, un área donde queremos crecer y recibir más gente. Es un esquema muy atractivo y viable vender directamente en la viña, porque no tenemos una escala para competir con grandes volúmenes en supermercados. 

Mi hermana Cecilia también está involucrada en el directorio. Hoy se está introduciendo un poquito más en el tema del vino. Mi señora María José, que ha estado ligada históricamente a relaciones públicas, partió con turismo y hoy le está dejando esa área a Matías.

Y: ¿Tienen más turismo ahora?

A: El turismo crece todos los días en el Valle de Colchagua y esperamos que atraiga más clientes para nosotros. Queremos prestar mejores servicios: tours memorables, una estadía más grata en la viña, gastronomía, eventos, almuerzos de empresa, el día de mañana organizar matrimonios. Aspiramos a mejorar la infraestructura para poder acoger todas esas actividades.

Y: Son lugares muy bellos, rodeados de naturaleza. Deben despertar mucho interés.A: Exacto, el lugar es agradable. La gente quiere salir, estar al aire libre. Acá tenemos por lo menos 8 meses de buen clima. Estamos bastante cerca de Santiago, lo que nos permite hacer eventos por el día. Sumado al hecho de que en Colchagua hay cada vez más hoteles, cabañas, restaurantes, es buen panorama, ya sea para un evento puntual o para venir en la semana. Es una buena escapada.

Y: ¿Por qué optaron por la producción a escala humana?

A: Por el mismo hecho de que era un proyecto de jubilación, nació con inversión propia. Mi padre no quería usar dinero prestado del banco. Además, siempre tuvo esa connotación. En el momento en que nosotros entramos al mercado había muy pocas viñas pequeñas dedicadas a estos nichos. Casi el 100 % de la industria del vino en Chile en esa época estaba abocada a volúmenes más grandes. 

Entonces nosotros vimos que había una oportunidad para asociar la marca a vinos más únicos, más del lugar. Hoy obviamente existen muchas viñas chicas haciendo cosas parecidas, queriendo representar a un lugar específico. Pero esa fue la idea original y no nos hemos querido desviar de ese concepto.

HY: ¿Qué ha sido lo más difícil que han enfrentado desde que comenzaron este proyecto? 

A: Mira, los desafíos grandes están siempre presentes: producir a bajos costos. Esta es una industria muy competitiva. Basta con ir a una tienda de vino para ver los cientos o miles de etiquetas distintas. 

Entonces, yo te diría que uno de los desafíos más importantes es lograr producir vinos de alta gama pero a precios razonables. También construir y llegar a exportar una marca que sea reconocida. Que una persona en Canadá o en Brasil logre identificar nuestra marca como un vino de calidad. Ese es un desafío permanente de la industria y es difícil de lograr.

Y: ¿Cuáles creen que han sido los reconocimientos más destacados que han obtenido?

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Independientemente de los puntajes que hemos obtenido con los periodistas especializados, para mí, el mejor reconocimiento es el del público diario. Por ejemplo, cuando yo voy a una feria de vinos en Santiago, me topo con gente que nos dice: “me encanta su Carménère”, “me encanta su ensamblaje”. Este reconocimiento que nos hacen en la calle, yo creo que son los más importantes.

Guardo otros recuerdos de reconocimientos que fueron importantes. Por ejemplo, el primer reconocimiento que tuvimos en la “Guía Descorchado” fue con nuestro Cabernet Sauvignon del año 1996, elegido como uno de los 3 mejores de Chile. Fue importante ¡porque fue una sorpresa! Nosotros estábamos recién comenzando a embotellar vinos.

Por otra parte, el reconocimiento que recibió el Valle de Colchagua como mejor destino turístico del año 2005 que, si bien es cierto que no es un reconocimiento individual sino que del valle, nosotros participamos como socios fundadores. Yo lo guardo como parte de los reconocimientos especiales. 

Y: Estamos de acuerdo, finalmente son parte de Colchagua. Además contar con el reconocimiento de las personas y consumidores diarios es muy importante. 

A: ¡Claro! Que la gente se acuerde con cariño de la forma en que los trataron acá , durante la degustación y la visita, es uno de los reconocimientos más importantes

Y: ¿Cómo es el proceso para producir un vino de Viña Laura Hartwig?

A: Son parecidos a los procesos que realizan las otras bodegas. Pero los enólogos van cambiando algunos matices, para poder expresar la fruta de la forma más práctica, que guarda relación con el origen de la uva. 

Básicamente, en el caso de los tintos, la uva que nosotros embotellamos la cosechamos a mano, y la llevamos a las bodegas. Esta uva pasa por una modeladora, que es una máquina que separa los granos del raqui. Estos granos posteriormente pasan a una bomba, que lleva el jugo de los granos a un estanque. 

Una vez que el grano y el juego están en su estanque, se les da un tiempo de maceración en frío normalmente. Así se extrae buen color y buenos aromas. Posteriormente, se inocula con levadura y comienza la fermentación aeróbica, que puede durar 10 días o dos semanas.

Una vez que termina esa fermentación, se separan los orujos, que es todo lo que queda de la piel de la uva y las pepas (esta materia se prensa y da origen a un vino que se llama “prensa”). Luego, se separa el juego y se realiza una fermentación secundaria. Después de esto, ya está terminado el vino.

Aquí nosotros tomamos la decisión de meter el vino en barricas de roble, para que tenga un período de guarda en madera. Así adquieren las características propias de la madera, como algunos tostados, otros sabores como la vainilla, chocolate o tabaco. El vino se beneficia de esto, porque el vino va adquiriendo los taninos.

Luego, después toca filtrar el vino por placa estéril, excepto por la línea de nuestros vinos Edición de Familia y Laura. Esto para sacar algunas partículas que pueden enturbiarlo.

Y: ¡Tiene todo un proceso!

A: ¡Sí! La parte más complicada es que en cada una de estas etapas, debemos estar probando y entendiendo qué es lo que se está logrando. Para tomar decisiones sobre si hay que hacer cambios, sacarlo o moverlo.

Durante la fermentación, se hacen remontajes que son para mantenerla activa y con oxígeno. Obviamente, la duración de cada montaje varía desde el principio hasta el final.

Entonces, es como cocinar una cazuela, que las cocineras antiguamente iban probando la cazuela. Y así iban determinando si le agregan sal o si le ponen cilantro, ¿cierto? 

Bueno, aquí interviene la enología y uno de los méritos que tenemos nosotros, como la bodega es pequeña, no tenemos tantos estanques fermentando de forma simultánea. Cada estanque se prueba dos veces al día, y nosotros podemos intervenir en esa área chica para lograr la perfección o lo que buscamos para ese vino.

El secreto está en la intervención de los detalles.

Y: ¿Ha habido dificultades en alguna producción?

A: Hay experimentos que se realizan y no resultan. Hay veces que hemos comprado barricas de tonelerías que no conocemos, y nos han dado resultados inferiores a los que esperábamos. 

Otras veces ocurre que un vino fermenta y no se seca. Esto quiere decir que no se consume todo el azúcar, y los vinos finos por definición deben tener menos de 3 gramos de azúcar por litro. 

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Entonces, cuando uno tiene una fermentación donde algo falla en el camino, ya sea porque las levaduras no tuvieron suficiente alimento, o por un golpe de temperatura extremo, uno termina con un vino dulce. Esto es un problema y esto se puede refermentar, pero la mayoría de las veces, ese estanque no obtendrá la calidad potencial que tenía originalmente. 

Esto es lo más grave que sucede en las bodegas. Por eso, los enólogos no dan por terminada la vendimia hasta que estén todos los estanques secos, sin azúcar. Ese realmente es el momento cuando termina la vendimia, no solamente la cosecha: el fin del proceso. 

Ahora la gente se preguntará: “¿Qué importa que un vino tenga azúcar?”. Lo que pasa es que es un vino inestable, porque puede que llegues a tu casa, siga fermentando y quede como chicha. Entonces, un vino estable puede permanecer guardado por años. 

Y: ¿Cómo se crea un nuevo vino en la Viña Laura Hartwig?

A: Siempre estamos tratando de perfeccionar procesos y ver cosas nuevas. Muchas veces surgen cosas que son destacadas y ahí nace la idea de hacer un producto nuevo.

Por ejemplo, nuestra línea Laluca, viene del proceso de cuándo hacíamos el Merlot de forma tradicional, que quedaba corto. Cuando recién estábamos fermentándolo, encontrábamos todas estas bondades de fruta y frutilla, pero en el producto final no se apreciaban.

Entonces, ahí decidimos quitarle la fermentación en madera y hacerla más fría, parecida a los vinos blancos. Al final, el resultado fue un vino más parecido a la uva, más fresco, frutado y agradable. 

Por eso, uno acomoda la fermentación para que la uva guarde relación con su origen. No torcerle la mano a la uva para intentar que los vinos sean iguales, o tratar de copiar otras cosas. Así aparecen las diferentes etiquetas.

En el caso de Camelia, fue un experimento que hizo Renato y resultó un espumante espectacular. Por eso, tiene que haber inquietud y motivos para hacer cosas nuevas. 

Y: Sabemos que mantienen un mercado internacional en 3 continentes, ¿cómo ha sido la experiencia de comunicación?

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A: Yo trabajo con los mercados de exportación en inglés y en español, aunque en general no tenemos muchas barreras. Pero con los clientes chinos es más difícil comunicarse, porque la cultura y el horario es muy distinto.

Y: ¿Qué planes tienen a futuro para continuar innovando en el mundo vitivinícola? ¿Tienen alguna sorpresa preparada?

A: Pretendemos seguir haciendo lo mismo, siempre intentando perfeccionar la calidad de nuestros vinos. Como te comenté anteriormente, queremos seguir desarrollando fuertemente el área de turismo, para realizar eventos más grandes en nuestra viña.

Y para esta vendimia, tenemos como desafío realizar nuevamente nuestro espumante Camelia. 

Y: ¿Cómo ha sido su experiencia junto a YOPPEN?

A: ¡Ha sido una experiencia totalmente positiva!

Hoy en día la gente ocupa mucho las redes sociales, sobre todo la gente más joven compra más a través de este medio. Yo soy una persona que compro muy poco mediante las redes, pero cada vez que lo hago, no me ha decepcionado. Finalmente, uno ahorra tiempo en ir al lugar directamente a comprar. 

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